Bazil no tiene mucha suerte con las armas pues una mina que explotó en el desierto lo dejó huérfano, y años después una bala alojada en su cerebro lo deja al borde de la muerte. Cuando lo dan de alta del hospital, él no tiene dónde vivir pero afortunadamente, es adoptado por una pandilla de vendedores de chatarra con talentos y aspiraciones tan sorprendentes como distintos. Un día en dos edificios enormes, Bazil reconoce los logotipos de los fabricantes de armas que causaron toda su desgracia y decide tomar venganza, con la ayuda de su fiel pandilla de amigos locos.